José Antonio Kast, del Partido Republicano, fue elegido presidente de Chile con casi el 60 por ciento de los votos en un balotaje obligatorio, al derrotar a la candidata de izquierda Jeannette Jara y dar al país su mandatario más conservador desde la era de Augusto Pinochet, en un resultado que supone un giro drástico a la derecha en la política nacional y reabre el debate sobre la solidez de la democracia chilena.Inspirado en figuras de línea dura como Nayib Bukele, Javier Milei, Jair Bolsonaro y Donald Trump, Kast hizo campaña prometiendo deportaciones masivas de migrantes irregulares, nuevos cercos fronterizos, mayor margen para la autodefensa, desregulación y profundos recortes del gasto público, un programa que ha sido bien recibido por algunos inversores pero que inquieta a defensores de derechos humanos y comunidades migrantes en toda América Latina y ya contribuyó a que Perú declarara el estado de emergencia ante la huida hacia el norte de miles de personas que temen ser expulsadas.Críticos como
Michelle Bachelet y analistas como
Amanda Marton y
Javiera González advierten que la admiración de Kast por aspectos del legado de Pinochet, sus posiciones ultraconservadoras sobre aborto y derechos LGBTQ+, sus vínculos con redes de extrema derecha global y sus planes de desplegar a las fuerzas armadas en tareas de seguridad interna pueden profundizar la polarización, tensionar un Congreso fragmentado y desencadenar una fuerte resistencia de movimientos sociales, medios independientes y fuerzas de centro, además de generar preocupación entre los socios internacionales de
Chile.